sábado, 10 de mayo de 2014

La historia y la narración
La narración puede incorporarse en la historia, porque la historia es, en fin, la narración cronológicamente ordenada de los hechos ocurridos en el tiempo. Pero, con esta delimitación de lo que es la historia, no resulta del todo improbable que la tarea del narrador adquiera verdadero significado a partir de la reconstrucción del sentido de los acontecimientos a través de dos estrategias metodológicas fundamentales y complementarias: por una parte, la recuperación del contexto y de la perspectiva de los agentes y testimonios mediatos e inmediatos; por otra, la construcción del sentido a través de la conciencia retrospectiva de intérpretes históricamente situados.
Ambas estrategias, asumidas por separado, adolecen de algunos extravíos propios de la puesta en práctica. Pensemos en un historiador que, para su investigación, aprovecha las fuentes documentales y los avances realizados hasta ese momento. Su trabajo, que no dejará de tener validez científica, se verá limitado por la perspectiva que habrá de salvar algunas lagunas producidas por el tiempo. Entonces, casi inevitablemente, tendrá que apelar a la reconstrucción a partir de la memoria retrospectiva personal. Ese es el aporte fundamental que puede ofrecer el historiador, para nutrir de significado lo que está investigando. Pero pensemos, también, en un cronista que asume la responsabilidad de narrar los hechos contemporáneos a él, procediendo casi como un duplicador de los hechos que están sucediendo o que han sucedido en un pasado inmediato, registro que quedaría exento de cualquier laguna. Sin embargo, la tarea de este cronista quedaría viciada por la excesiva contemporaneidad de los hechos relatados. Pensemos, por último, en un narrador, que toma la palabra frente a sus pares para contar una historia acontecida en el pasado. Si se trata de hechos ocurridos "in illo tempore", es decir, en un tiempo que se pierde la memoria colectiva y que es difícil determinar, la narración deviene en mito. Pero si los hechos narrados acontecieron en un pasado más cercano, tanto que la memoria los puede comprehender, estaremos frente a la reconstrucción de sucesos que el narrador rescata de esa historia para reconfigurar la historia del presente. En un sentido, esta actitud está revelando una ética del narrador.
El narrador (no ya el historiador) considera el significado de los acontecimientos del pasado con relación a una totalidad temporal. Nos referimos a la falta de significado en cuanto al episodio de una novela o de un relato, cuando lo encontramos superfluo, cuando no presupone un avance significativo de lo narrado. Pero solamente es posible hacer esta valoración, al cabo de la lectura de la novela o del relato. Sólo retrospectivamente el narrador se siente autorizado a atribuir un significado a un acontecimiento determinado. Por eso, la pregunta por el significado sólo puede tener respuesta en el contexto de un relato. Entonces, en favor de lo expuesto, la historia termina subordinada a la narración, porque necesita de ella para poder ser formulada y ordenada. Por este motivo, la historia, como tal, puede registrar una mayor o menor proximidad con respecto a la narración.
Lo que se puede discutir es la relación entre historia y ficción. Los límites son claramente discernibles, siempre que haya una perfecta delimitación epistemológica de las categorías. Este es el tándem que hay que discutir.
La única posibilidad que queda es el tratamiento que hace el escritor -narrador y/o historiador- de los hechos. Una forma de separar estas categorías es instalando el como si, que puede definir algunas especies. Definición provisional, por lo demás, según las distancias que se registren entre historia y ficción.